sábado, 6 de junio de 2020

A LOS MALEDICENTES Y VIOLENTOS

    Me conmovían estos días de atrás sus rodillas clavadas en el suelo, en muestra de arrepentimiento por la mala praxis que provocó la muerte de un ciudadano, pero me temo que, las respuestas automáticas cuando crees que "el de enfrente" te amenaza, son muy difíciles de reprimir, sobre todo si estás entrenado para repelerlas. 
   Vuelvo a la antigua sospecha de que el fenómeno de la violencia, tanto a nivel biológico, como grupal, tiene una raíz muy honda, que envilece a los individuos y  traspasa fronteras, siglos, colectivos y edades.
    En nuestro tiempo y sociedad, no puedo dejar de ver una división esencial, que yo clasifico en dos tipos humanos: los "primarios" y los "secundarios", es decir, aquellos que piensan antes de actuar, y estos otros que actúan antes de pensar o, lo que está aún más al fondo: aquellos que han hecho del discernimiento, la ética y la búsqueda de conocimiento propio y ajeno su guía de conducta, o esos otros que, por genética, circunstancias o pura pereza mental, menosprecian el cultivo personal, enfatizan el lucro y han hecho de las pasiones compartidas su hobby y, de la violencia, su más recurrida herramienta en caso de conflicto.
    Hay de ambos tipos en cualquier grupo humano, de cualquier rango o condición, pero son fáciles de distinguir porque "por sus obras les conoceréis". 
    La historia está llena de "grandes hombres", agresores y violadores de los derechos humanos que, pese a ser laureados como "valientes" por los que les hicieron la pelota o loa interesada de sus dudosas gestas, no detentaban otros hechos reseñables que el haber provocado con su inconsciencia primaria millones de muertos, amputación de sueños y libertades, y retraso en el desarrollo de sus pueblos o colectivos.
    Los líderes aparentan estar tan seguros de sí mismos que, entre sus pasionales adeptos, manadas siempre necesitadas de victorias colectivas, encuentran servidores, con frecuencia interesados, pero, a menudo, también buenas personas, cegadas por una simple consigna o "reflejo en la pared" que creen realidad. 
    Y ahí está mi tristeza y frustración:  No pueden ser avisados de su enajenación ni de los peligros que corren porque, al igual que en el Mito de la Caverna de Platón, su reactividad frente a una visión demostrable, pero distinta de aquella a la que están acostumbrados, es furibunda y total.
   Avisados quedáis mis primarios amigos de todo rango, credo y condición. La mayoría no sois malintencionadas personas, desde luego, pero sentís vuestras pasiones como fuerza libertadora, menospreciáis al diferente, agredís al mensajero, y estaríais dispuestos a dar la vida por sombras chinescas, palabras huecas, himnos y símbolos, que vuestra ignorancia ha cargado de dinamita, y sólo deberían estar cargados de integridad, fraternidad y cariño. 
   Nunca en la historia hubo bastantes balas para frenar las divisiones y la violencia que la insensatez produce. 
   Ahora que ya estamos en pleno Siglo XXI, toca razonar valores y negociarlo todo en pos del bien común, siempre desde el afán de entendimiento, la buena voluntad y la concordia que rigen los principios de la ética cristiana. 
    Guardaros las palabras gruesas, los patrioterismos baratos y la violencia, porque sólo os degrada a un nivel anacrónicamente primario, y no sólo a nuestros ojos, sino también a los del mundo y a los de la historia. 
   No digáis que no os lo vienen advirtiendo desde hace miles de años. 

https://youtu.be/0v8y9cnh66