Parece que está mal visto que una persona responsable y eficiente pueda trabajar tranquilo, con una sonrisa en los labios y sueños en el corazón, durante las horas justas y necesarias para cumplir la función de cada jornada, dedicando, también cada día, tiempo a su cuerpo, su mente, su espíritu, su familia, sus amigos o sus aficiones..
Las empresas e instituciones españolas tienen un concepto de la productividad muy curioso y folklórico. Importan más las apariencias que los datos. En muchos ambientes laborales, el trabajador más acreditado no es el que más produce sino el que más se ajusta a los cánones estéticos y dinámicos del ejecutivo agresivo, término que refleja muy bien en sólo dos palabras la distorsión semántica y ética del asunto.
Se trata, por tanto, de ejecutar órdenes (internas o externas), compitiendo de manera tenaz para llegar a la noble meta de cumplir plazos y proyectos, y así ser reconocido y tener muchas posesiones y personas pendientes o dependientes, lo que, a su vez, significa no ser libre y no tener tiempo, y, como consecuencia, de manera impensable, ser un autómata estresado y desgraciado.... ¡Qué paradoja tan triste!...
Volviendo al mundo de la empresa, el "agonías" es un individuo tan contagioso y tóxico como el "holgazán", pero éste hace menos daño porque, en el momento en que el primero alcanza una dirección -y es probable que lo haga, puesto que nuestra demente sociedad confunde estrés con eficiencia y premia su sinvivir-, refuerza el modelo aprendido y va a esperar de las personas a sus órdenes el gesto de velocidad y el rendimiento del 200 por 100 que reproduzca su escala de valores y justifique su propia cárcel. Alguien tiene que romper esta estúpida cadena que tantas vidas acorta, tantas muertes en vida produce y tanto dolor causa.
¿Qué hay detrás de ese fervor suicida? Yo creo que, por detrás de toda otra causa o apariencia, siempre hay en origen un bondadoso deseo de ser el que otros esperan, de ser el hijo querido o el hombre cabal que nuestros mayores o nuestra sociedad nos inculcaron o creímos que deseaban, aunque no tengamos registro de ello. En el fondo, ese llegar a la extenuación sin límite, más allá del deber, de toda noble meta o ambición de recompensa, no es ni más ni menos que hambre de amor, necesidad de verse en el reconocimiento de los otros.
La "responsabilidad" es para mi, en un juego de palabras muy personal: "una respuesta dada con habilidad". Los retos están en nuestra vida como oportunidades maravillosas de superación, y el espíritu deportivo señala muy bien la forma de afrontarlos. Como las técnicas de entrenamiento personal más avanzadas han descubierto, no sirve "darlo todo" porque la respuesta ha de ser "inteligente": Sólo si se usa la energía justa en el momento adecuado y durante el tiempo preciso se es eficiente. Hay que usar la ecuación correspondiente de manera científica porque, si no, el resultado puede ser decepcionante y malograr los objetivos a largo, quemar al deportista o, lo que es peor, acabar con el bonito juego que es vivir.
Pero, Mario Alonso Puig y Bernabé Tierno lo explican mucho mejor:
http://www.youtube.com/watch?v=xNRme4_GQqA
http://www.youtube.com/watch?v=BSHtTwwHwPw&feature=related
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