sábado, 6 de junio de 2020

A LOS MALEDICENTES Y VIOLENTOS

    Me conmovían estos días de atrás sus rodillas clavadas en el suelo, en muestra de arrepentimiento por la mala praxis que provocó la muerte de un ciudadano, pero me temo que, las respuestas automáticas cuando crees que "el de enfrente" te amenaza, son muy difíciles de reprimir, sobre todo si estás entrenado para repelerlas. 
   Vuelvo a la antigua sospecha de que el fenómeno de la violencia, tanto a nivel biológico, como grupal, tiene una raíz muy honda, que envilece a los individuos y  traspasa fronteras, siglos, colectivos y edades.
    En nuestro tiempo y sociedad, no puedo dejar de ver una división esencial, que yo clasifico en dos tipos humanos: los "primarios" y los "secundarios", es decir, aquellos que piensan antes de actuar, y estos otros que actúan antes de pensar o, lo que está aún más al fondo: aquellos que han hecho del discernimiento, la ética y la búsqueda de conocimiento propio y ajeno su guía de conducta, o esos otros que, por genética, circunstancias o pura pereza mental, menosprecian el cultivo personal, enfatizan el lucro y han hecho de las pasiones compartidas su hobby y, de la violencia, su más recurrida herramienta en caso de conflicto.
    Hay de ambos tipos en cualquier grupo humano, de cualquier rango o condición, pero son fáciles de distinguir porque "por sus obras les conoceréis". 
    La historia está llena de "grandes hombres", agresores y violadores de los derechos humanos que, pese a ser laureados como "valientes" por los que les hicieron la pelota o loa interesada de sus dudosas gestas, no detentaban otros hechos reseñables que el haber provocado con su inconsciencia primaria millones de muertos, amputación de sueños y libertades, y retraso en el desarrollo de sus pueblos o colectivos.
    Los líderes aparentan estar tan seguros de sí mismos que, entre sus pasionales adeptos, manadas siempre necesitadas de victorias colectivas, encuentran servidores, con frecuencia interesados, pero, a menudo, también buenas personas, cegadas por una simple consigna o "reflejo en la pared" que creen realidad. 
    Y ahí está mi tristeza y frustración:  No pueden ser avisados de su enajenación ni de los peligros que corren porque, al igual que en el Mito de la Caverna de Platón, su reactividad frente a una visión demostrable, pero distinta de aquella a la que están acostumbrados, es furibunda y total.
   Avisados quedáis mis primarios amigos de todo rango, credo y condición. La mayoría no sois malintencionadas personas, desde luego, pero sentís vuestras pasiones como fuerza libertadora, menospreciáis al diferente, agredís al mensajero, y estaríais dispuestos a dar la vida por sombras chinescas, palabras huecas, himnos y símbolos, que vuestra ignorancia ha cargado de dinamita, y sólo deberían estar cargados de integridad, fraternidad y cariño. 
   Nunca en la historia hubo bastantes balas para frenar las divisiones y la violencia que la insensatez produce. 
   Ahora que ya estamos en pleno Siglo XXI, toca razonar valores y negociarlo todo en pos del bien común, siempre desde el afán de entendimiento, la buena voluntad y la concordia que rigen los principios de la ética cristiana. 
    Guardaros las palabras gruesas, los patrioterismos baratos y la violencia, porque sólo os degrada a un nivel anacrónicamente primario, y no sólo a nuestros ojos, sino también a los del mundo y a los de la historia. 
   No digáis que no os lo vienen advirtiendo desde hace miles de años. 

https://youtu.be/0v8y9cnh66

viernes, 1 de marzo de 2019

EL IDIOTA MORAL - Comentarios al ensayo de Norbert Bilbeny.
En estos tiempos en que el abuso de las definiciones empieza a complicar más que a favorecer el entendimiento, de vez en cuando aparecen conceptos geniales que, de tan acertados, bien pareciera imposible no encontrarlos en uso habitual. Eso me ha pasado a mi esta mañana al toparme con lo que Norbert Bilbeny, profesor de ética en Barcelona, definió como el “idiota moral”.
Disculpen mi retraso los eruditos, pero, déjenme por un rato disfrutar de la ilusión del descubrimiento y de la pasión por escudriñar y desarrollar tan desafiante epíteto.
Bilbeny denomina “idiota moral” a aquel individuo que no se diferencia de los otros por tener un CI inferior a la media sino por tener atrofiada o nublada una visión realista que le permita calcular las implicaciones éticas de sus actos y de sus decisiones, más impulsadas por inercias, paquetes educativos, manipulación, imitación, deseos o grabaciones, que por un sano ejercicio intelectual que le permita la libre elección tras la evaluación consciente de consecuencias. En algunos casos, tan alarmante es el grado de su “idiocia moral”, que muchos son incapaces de distinguir el bien idealizado del mal previsible, sobre todo cuando éste se contrapone a sus ilusiones o inercias.
Los idiotas morales están por todas partes y, a menudo, su pereza mental y apatía moral se refugia en el orden establecido, pasando por defensores de principios y valores, que ellos creen sinceramente promover, porque, el “idiota moral” no es una mala persona, sino un obediente irreflexivo que, por no sumar discernimiento en el cálculo de las repercusiones de sus actos a medio y largo plazo, se autoengaña o es carne de cañón de manipulaciones así como hoja al viento de oleadas egocéntricas, emocionales, personales o sociales.
El de “idiota moral” es el más democrático de los calificativos, porque los hay de izquierdas y de derechas, cultos e incultos, poderosos y humildes; preocupados padres de familia, líderes de opinión o predicadores ejemplares. El único denominador común es que todos ellos van a omitir profundizar demasiado o poner en cuestión lo que su apetito, consignas o grabaciones educativas les impulsen a hacer, objetivos que van a aparecer a sus ojos como razonables verdades absolutas. 
Según su relevancia social y alcance de su poder y decisiones, esa irreflexividad puede llevarles a ellos y a los que les rodean a complicadas situaciones, de lamentables y hasta peligrosas consecuencias.
Si se repara en la historia más reciente, se diría que muchos presidentes de gobierno, elegidos democráticamente, han sido idiotas morales. Es más, da la triste impresión (merecedora de otro artículo) de que la condición inexcusable para llegar a ser un mandatario públlico podría consistir precisamente en padecer algún grado de dicha atrofia ética ya que, probablemente, como dicen las personas de acción: “el exceso de análisis produce parálisis”, por lo que, una estricta moral hubiera impedido su ascenso político.
Podría pensarse que el hábito hace al monje, pero también que el monje, para llegar a serlo, ha tenido que pasar por tantos hábitos y ojos de aguja en los que fue estrechando su criterio moral, que la idea del mal menor termina por dominar su ideario ético y elastizar sus márgenes de juicio.
Como decía Bilbeny, los idiotas morales “tienen los ojos abiertos, pero los sentidos cerrados”, es decir, son inteligentes, pero no buscadores de la verdad….
¿Podría ser que su principal virtud fuera su mayor defecto? Es decir, ¿el sentido práctico que les permite trepar en la escala social es la misma característica que, en el otro extremo, va a terminar produciendo la reducción y atrofia tanto moral como emocional de todo aquello que no conjuga con sus afanes y sus metas?
Asombra ver en estos días las declaraciones de todos los detenidos por corrupción, comprobando cómo su “intachable” autobiografía glosa gestos de alta moral y hasta noble trayectoria política y social, lo que les insta a aparecer ante las cámaras alardeando de la legalidad de sus actos, amparados por los suyos y con la frente bien alta, lo que viene a corroborar el hecho de que los “idiotas morales” ni siquiera saben que lo son.
Así sucede también en los movimientos fanáticos de masas. Los seguidores del nazismo son para Bilbeny el prototipo de “idiota moral” porque los considera “individuos inteligentes y bien instruidos que, al igual que los seguidores de Stalin, fueron responsables del asesinato de millones de personas”. Según él, el Siglo XX, con sus genocidios, desmiente una antigua creencia de Occidente que asegura que quien conoce el bien o está al menos en condiciones de pensar, no comete el mal o, dicho con otras palabras: “que el buen entendedor es también buena persona”, cuestión desmentida por la demostrada independencia entre entendimiento y capacidad de análisis moral y voluntad activa de bien.
No debemos caer en el error de confundir al “analfabeto emocional” con el “idiota moral”. La incompetencia del primero sólo afecta a sus relaciones personales y sentimentales, pero, pese a su falta de habilidad para la expresión de sus emociones, si no padece simultáneamente una “idiocia moral”, la calidad ética de su conducta y la profundidad de sus análisis puede no estar perjudicada. No así, cuando la despreocupación por las repercusiones de sus acciones u omisiones ha ido empercudiendo su membrana sensible, provocando algún tipo de desviación o impermeabilidad. En ese caso, la posibilidad de que ambos síndromes se sumen es muy alta, convirtiéndole en una persona muy contradictoria y tóxica, ya que, lo que distingue fundamentalmente a un individuo sensible y cabal es la capacidad transitiva para percibir los sentimientos del otro, impulsándole a la necesidad de cuidarlos y a aceptar el compromiso consciente de investigar y procurar de manera eficaz el bien común.
El amor cristiano o la compasión budista, es decir, la facultad superior que transforma las emociones egoicas en sentimientos responsables, activando la voluntad de bien hacia el otro y la reflexión sobre la mejor manera de procurarla, sería la antítesis de la “idiocia moral”.
La educación es el más importante escenario preventivo de estas desviaciones, porque es el campo de entrenamiento del discernimiento. La costumbre de hacerse preguntas promueve la capacidad de pensamiento, de análisis, de crítica. Quien es capaz de cuestionarlo todo está menos expuesto a caer en defectos, excesos o fanatismos, siempre peligrosos para el desarrollo moral.
Vicky Moreno / Febrero 2016

martes, 31 de julio de 2018

!ELLOS NO SON LOS OTROS, SON NOSOTROS.

Bienvenidos a esta tierra
de promisión y abrazo
todos los que en paz lleguen
huyendo de la muerte, la miseria,
la injusticia o el hambre.

Pura supervivencia
motiva su escapada,
puro deber filial y paternal
sienten hacia los suyos,
que sólo quieren verles regresar.

El español es pueblo de mixturas,
de conquistas y fierros,
y fueron muchas
las tierras de acogida
que holló nuestra ambición
sin ningún arte.

No juegan. Se la juegan
por darles un futuro a los que aman,
igual que haríamos muchos
de vernos en tal trance.

¿Por qué ellos no?

¿Porque nacieron negros
 sin recursos,
y no pueden llegar en aeroplano?

¿Porque no sacan nada
de unos terrenos yermos
que la sequía feroz ha acartonado?

¿Porque no traen diamantes
del subsuelo
que los mineros blancos esquilmaron?

¿Porque han de subordinarse
a sus caciques,
sin derecho a justicia ni defensa?

¿Porque si les caen bombas...
mala suerte
por nacer entre tanta balacera?

¿Porque son ignorantes
del negocio
que promueve la guerra entre sus pueblos?

¿Porque hasta el de las pateras
les engaña
tras cobrarles peaje en el desierto?

¿Porque son "diferentes"
miran raro, se esconden
y no sienten...?

¿Qué son menos
para tocarles "muerte"?

¿Quienes somos
para pedir que callen
y deban resigrnarse
en su destino?

No nos roban el pan,
quieren comprarlo
con el mínimo sueldo
que les demos,
haciendo lo que nadie
aceptaría, 
pero ellos agradecen.

Después de lo sufrido
la fuerza de trabajo
de los supervivientes
es magnífica,
pero sólo la vemos amenaza.

Más quisieran usarla
levantando
sus pueblos derruidos,
con ayudas que todos aportáramos,
fomentando un progreso
que brotara allí mismo.

El miedo, la violencia,
lo que les hizo huir,
no les reciba aquí,
llenando de temores una fiesta
que debiera estar lista
y es de todos.
Europa precisa urgentemente inmigrantes para sostener pensiones y sanidad

Venga su juventud a nuestros campos,
siembren sus ilusiones
nuestros huertos,
canten sus niños en nuestras escuelas..
Sea ya castigado el desamparo.

¡Cínicos timoratos!
Aplaudidles.
que "ellos"
no son ”los otros",
son "nosotros".

             Vicky Moreno / Julio 2018


https://www.hoy.es/sociedad/europa-precisa-urgentemente-20171218164442-ntrc_amp.html

viernes, 6 de mayo de 2016

SOBRE LA MOTIVACIÓN Y EL ENTUSIASMO
Por Vicky Moreno

Vivimos tiempos complicados, con ajustes y restricciones no acostumbradas, difíciles de encajar mientras los sacrificios que se pidan no sean proporcionales a las categorías y a los méritos o deméritos demostrados. En este contexto, viral y deslizante, hablar a los trabajadores de motivación produce frecuentemente en ellos la sensación de hilaridad por sentirse, además de expoliados de sus derechos, obligados a fingir una satisfacción que no saben encontrar en su actual proyecto profesional ni en sus amenazantes condiciones laborales.

Maslow diría que son las necesidades reflejadas en este cuadro las que impulsan los distintos niveles de motivación de cualquier persona, y que, hasta que no están cubiertas las inferiores, no se consigue empuje hacia las siguientes, pero me atrevo a discrepar.

En su planteamiento hay algo que no funciona tan matemáticamente y, aunque admitamos que un hombre hambriento no tiene más impulso que el de satisfacer sus necesidades primarias, existe algo que podemos llamar “idealismo” “entusiasmo” o “romanticismo” que vuelve lo negro blanco y hace héroes de villanos. 



 Palabras como motor, motivo, emoción
, parten de la misma raíz etimológica, y todos sabemos de personas (con cultura, sin cultura, pobres o ricas) que han dejado sus países para dar su vida en lucha por la libertad de un pueblo que jamás habían pisado, o se han metido en la selva para tratar de curar enfermedades que ellos mismos corrían serio peligro de contraer. ¿Cuál es su motor?


 Todos estamos hechos de la materia prima de los sueños. El motor que más nos mueve es un ideal. La correcta visión y el alma grande hacen hueco a metas cada vez más altas y nobles. Pero, según su grado de inercia, muchas personas necesitan dinamizar o fecundar sus sueños antes de dar un paso o ni siquiera reconocerlos.

¿Cuál es el germen de un ideal propio sino el ideal por otros contagiado? Desde ese contagio inmaterial que insufla vitalidad es desde donde aparece el impulso básico, esa zanahoria intangible que daría origen a la motivación en terrenos tan áridos como el bélico o el laboral.

Por lo tanto, no existiría una capacidad de motivación escalonada ni resultaría sólo clasificable en las dos habituales categorías en virtud de su origen externo o interno. Podríamos determinar al menos cuatro tipos de motivación:

1.    Extrínseca = La más conocida, que es consecuencia de un premio o beneficio esperable y calculado que procede de fuera.
2.  Intrínseca = La que proviene de nuestra propia capacidad de recolectar y atesorar argumentos para el agradecimiento y la alegría, difícil de impulsar desde cero.
3.    Transpersonal = La que parte del entusiasmo por la consecución de un ideal no egoico, aún conociendo los puntos negativos o el coste de ejecución que conlleve.
4.  Mimética = La que procede de nuestra natural y automática tendencia a vibrar en la misma longitud de onda que el que se entusiasma sinceramente ante nosotros.

El liderazgo debe de ser naturalmente entusiasta. Cuando el entusiasmo es fingido produce el efecto contrario, porque el cerebro no admite mensajes falsos y la comunicación no verbal lo hace detectable.

El motor de los coches siempre va delante. Nuestros políticos y directivos son los que deben alimentar su correcta información, su transparencia, su positividad y sus sueños más altos para poder ser líderes inflamados de entusiasmo inteligente y contagioso y, como dinamos, aportar fuerza y calor en cualquier colectivo y hacia las metas más generosas, equitativas y eficientes.   

                                          

Vicky Moreno 

lunes, 7 de diciembre de 2015

A VECES













El horizonte, a veces, 
se diluye en un beso.
Otras veces, 
se topa con la muerte y la hace madre
o, cuando menos,
la invita a ser su amante
en este lupanar llamado vida.
La esperanza, a veces, 
se coagula en un verso.
Otras veces,
reposa en el mañana y reverdece
o, cuando llueve,
se deja apelmazar,
en aquel corazón que se hizo invierno.

                             Vicky Moreno

EL QUE PIERDE LA PAZ LO PIERDE TODO




EL QUE PIERDE LA PAZ LO PIERDE TODO

Decía un antiguo proverbio oriental que "El que pierde dinero no pierde nada, el que pierde salud pierde algo, pero el que pierde la paz lo pierde todo".
 Por desgracia, hoy en día no terminamos de creerlo, y dejamos que el miedo resulte ser para algunos el más rentable de nuestros defectos, de manera que nos lanzamos a la acumulación, más allá de nuestras necesidades, en el temor de perder confort y privilegios, lo mismo que nos sumergimos en el estrés y la hipocondria, cayendo hasta en la  automedicación intoxicante, en el temor de perder la salud.
No nos damos cuenta de que ese temor anticipatorio a una pequeña o remota amenaza, y los medios puestos en marcha para tratar de evitarla, son a menudo más letales que el peligro en sí, y, como en un sistema inmunitario enloquecido, nuestra desproporcionada reacción preventiva o defensiva, ademásde la propia salud y bienestar, nos roba algo mucho más importante y sagrado: la paz.
Los terroristas, lo mismo que los tiranos de todos los tiempos, sí lo supieron y lo saben, convirtiendo   nuestra propia reacción de ataque o de huida del estado de terror que nos causan, en su estrategia favorita y en un arma mucho más destructiva que sus metralletas o sus bombas.
Desde la paz y la inteligencia hay que reprimirles; desde la paz y la inteligencia hay que aislarles;  desde la paz y la inteligencia hay que intervenir en todos sus circuitos de financiación y comunicación; desde la paz y la inteligencia hay que encarcelar a sus líderes de opinión; desde la paz y la inteligencia hay que desenmascarar a los gobiernos corruptos que les amparan...
Todo, antes que vivir en el temor, cultivar el odio,  permitir el terror en cadena, la injusticia, la venganza, la pérdida de libertades y, sobre todo, el 27 por 100 de niños que mueren de media en cada bombardeo.
En cualquier caso, si echamos cuentas, ni en número previsible de víctimas humanas ni en posibilidades de erradicación del conflicto, salen las cifras que aconsejen la lucha abierta más que para los vendedores de armas, y esos son parte del problema y no de la solución.
Nuestra cultura es cristiana -o al menos de boquilla se precia de ello- y el mensaje de amor incondicional que dictaron todos los profetas y maestros e inunda el Evangelio no era "buenismo" ni "ingenuo conformismo", sino el mandato de conducirnos con benevolencia, paciencia y magnanimidad hacia el bien común, de forma pacífica e inteligente.

                                                                             Vicky Moreno


http://ssociologos.com/2015/12/06/me-puede-tocar-a-mi-el-riesgo-como-arma-terrorista/

lunes, 12 de octubre de 2015

LA VIOLENCIA NO ES DE LOS VIOLENTOS
Por Vicky Moreno

La violencia contra la mujer es la terrible punta de un iceberg que dejamos flotar libremente en nuestra sociedad, acostumbrados a tener hasta como espectáculo y entretenimiento la visión de estas y otras muchas masacres.
Todos queremos que se deje de matar, que no aparezcan cada día noticias en el periódico sobre hombres que asesinan; personas normales, como tú o como yo, cuya mente, un día de ceguera, con sólo sentirse acosados, insultados o menospreciados, reacciona abriendo el grifo de la adrenalina y poniendo en marcha toda una catártica reacción de defensa aprendida... ¿dónde?...  POR TODAS PARTES.
  No seamos hipócritas. Estamos todos locos (...o, como algunos dirían, conducidos colectivamente por las fuerzas del "lado oscuro"), si creemos que la responsabilidad por esas muertes y muchas otras las tienen los demás.
Consentimos que la violencia y la agresividad estén en las casas, en los juegos, en la tele, en las películas, en los políticos, en la calle;  como lenguaje, como valor, como forma de conseguir cosas, como forma de liderar, como forma de ser "ejecutivo"....
¿Qué esperamos que tenga dentro como grabación profunda y motor de sus resortes automáticos un niño que contempla al mes más de treinta mil escenas, juegos, vídeos y películas que hacen héroes a los violentos? ¿Ve el mismo número de imágenes que muestren la realidad plural y magnífica de la vida? ¿Aprende de guiones y personajes con estructuras psicológicas sanas que ensalcen como héroes a los científicos, a los generosos, a los honestos, a los constructivos, a los serviciales, a los limpios de corazón, a los pacíficos?....
Tan sólo en el paleolítico, cuando la agresividad era un recurso imprescindible para la supervivencia y la defensa del territorio, pudo tener sentido el entrenamiento de ese resorte neuroquímico que activaba las garras y colmillos , y me cabe dudarlo porque,  aún entonces, la selección natural fue dando poco a poco prelación a los individuos mejor dotados intelectualmente y más empáticos y negociadores, por encima de los más animales y agresivos.
Si todos decimos desear lo mejor para ellos ¿qué hace que sigamos entrenando a nuestros hijos en el consumo, la superficialidad, el odio y la violencia en lugar de capacitarlos para una vida en comunidad compasiva,  respetuosa y sana?
Por desgracia, se produce un mecanismo perverso que camufla la gravedad de lo que está pasando y nos conduce a un peligrosísimo y cada vez más próximo, punto de no retorno:
Primero, en la familia, desde que nace el niño, se consiente esa siembra de frivolidad y agresividad presente en los medios y en el propio entorno, junto a mensajes sobre normas sociales y valores que a menudo están ausentes en la conducta de sus propios progenitores. 
Después, nuestro sistema educativo se ocupa de enrasar, pasando la plancha sobre lo más genuino y espontáneo de cada chaval, sin profundización ninguna en discernimiento, compasión, filosofía, valores ni  gestión emocional.
¿Qué va a suceder? 
Que en una parte de especímenes triunfe la educación formal sobre el instinto animal, y salgan más o menos tranquilitos, capacitados para la nutrición, relación y reproducción del modelo social de consumidor adiestrado, accidental padre de familia y educador incompetente sin cuestionamiento alguno. 
O que nuestro chaval salga a la vida en sociedad sembrado de agresividad, valores enfrentados y contradicciones (aunque incluso esté modelado por el barniz que le hace contener a duras penas los gases tóxicos de su propio volcán de emociones, que lleva tapadas  sin comprender, y que jamás le ayudaron a analizar y menos a desmontar).
Los más afortunados y mejor dotados y apoyados, podrán darle la vuelta a la tortilla, hacer buena gestión de su tortura y transformarla en creativa a través de un pincel, un buen maestro, un deporte, un instrumento, un impacto doloroso, un amor constructivo o la propia palabra que les libere para siempre o a ratos de ese lastre de incoherencia heredada en este tiempo de locura.
El individuo masculino de nuestra especie se tiene que enfrentar con la difícil tarea de lidiar con su propia genética y sistema hormonal, junto a la terrible carga de la violencia aprendida y  grabada en las capas más profundas de su cerebro, constantemente realimentada por el bombardeo de los medios, modelos y arquetipos establecidos.
Ese estado crítico en el que crecen y esa carga tóxica de falsa energía es un polvorín que, ante cualquier inflexión o desajuste (que ellos llamarán siempre provocación porque su cerebro no puede ver lo justificado por el entorno como maldad) puede estallar hacia adentro o hacia afuera.
Si lo hacen hacia adentro se sentirán solos, perdidos y despreciables, volviendo esa agresividad sobre si mismos si no consiguen el recurso de canalizarla contra el mundo.
Si les sale hacia afuera, sin darse ni cuenta, buscarán culpables contra los que luchar, bien sea en la familia, en la calle, en la pareja o en cualquier batalla, o yihad, justa o injusta, en la que sumar esa rabia aprendida y dar curso a esa fuerza justiciera  que sienten llama flamígera contra los "equivocados" y los  "malos".
Por desgracia, seguiremos echando la culpa a los violentos y no a las fábricas donde los forjamos, y nadie podrá nunca demostrar que su agresividad fue alimentada con esos inocentes videojuegos, anuncios, pelis, modelos, conductas, contradicciones, deshonestidades, egoísmos y violencias soterradas o explícitas entre las que consentimos que se perdiera su confianza, discernimiento, valores, ética e inocencia sin hacer absolutamente nada.
Dios nos ampare a todos.
                                                                                            Vicky Moreno / Octubre 2015 

                                                                                      

jueves, 17 de septiembre de 2015

               EL RADICAL OCULTO QUE LLEVAMOS DENTRO

        Interrumpo de golpe lo que estaba haciendo por la urgencia emergente de esta reflexión. Arranco de un leitmotiv que me martiriza hace días:  El radicalismo popular, por desgracia, no sólo está presente en grupos humanos de triste fama como la Kale Borroca, el Estado Islámico, los individuos pro nazis o el Ku Klux Klan, por decir unos cuantos. De manera invisible, dentro de todos nosotros habita un instinto gregario que embota nuestras conciencias y corroe nuestros corazones, haciéndonos sentir especiales, mejores y más listos, cuando conectamos emocionalmente con el acogedor grupo afín, que, sin más profundización, defiende el argumento que se aproxima al que un día mamaron en la infancia. Así de fácil y de simple. Con el detonador de la soberbia y la ignorancia se gestaron bandos y bandas que perpetraron asesinatos, instigaron guerras y definieron diferencias irreconciliables, que han salpicado y salpican de odio, sangre y terror la historia.
Hay que seguir repitiendo hasta la saciedad cosas tan obvias como que nuestra “verdad” no es incuestionable ni la única o mejor “verdad”. La verdad es una gigantesca y multifacética gema esférica, quetiene tantas caras ciertas como puntos conforma ese curvo universo que nos rodea.
Uno puede discutir un dato objetivo, defender su “punto de vista” o, incluso, con ánimo constructivo, criticar la inconsciencia o enajenamiento del que nos quiere dañar desde su caverna, pero no se puede juzgar y menos atacar a quienes miran desde otro hemisferio o diferente ángulo de esa enorme y plural realidad.
Bonita palabra la empatía. En el mejor de los casos, si se tiene el afán de conocimiento bien entrenado, se ha de asomar uno a esa otra cultura que nos choca, su otra visión, sus raíces, las limitaciones del cerebro que la porta, su herencia, hasta entender al “diferente”, su historia y sus motivos. Sólo entonces, si después de todo ese trabajo de escaneo no logramos encontrarnos con su discernimiento o su corazón, podremos apartarnos sin ira o defendernos del daño que nos cercioremos que amenaza desde su miedo o falta de compasión, pero neutralizando siempre todo juicio valorativo, toda animadversión y toda emoción destructiva, por difícil que nos parezca.
A ese acoger, comprender, perdonar, ponerse en el lugar del otro, ayudar, amar, nos enseñaban nuestros principios cristianos. Ningún maestro nos instó a afilar la lengua, la pluma o la espada, para lucir nuestras artes sin piedad en la destrucción del que no pensaba como nosotros. Lo de las “guerras santas” (todas) vino después, fruto de la ceguera, los odios y la manipulación de los poderosos en pro de sus propios intereses.
La “indignación” no me gusta. Me parece que el que se “indigna” pierde la “dignidad” y, sin eso (igual que sin cabeza o sin corazón), no se va a ninguna parte.  Con el sobrenombre también de “santa” se la soporta sobre los hombros de quienes han tenido que limpiar los templos de mercaderes y los caminos de mangantes. Hasta ahí, llego. Más allá, no. Mi tiempo, mi cultura, mis valores, exigen otras respuestas más compasivas, comprensivas, imaginativas y eficaces.
 Pero la severidad y la cerrazón están por todas partes. Se me revuelve el alma contemplando cómo, hoy en día, personas inteligentes y bondadosas, capaces de actos heroicos, no lo son de gestionar adecuadamente sus pasiones y grabaciones, y no consiguen evitar perder el norte a la hora de evaluar situaciones como las que ahora mismo ocupan a nuestro privilegiado primer mundo.
A veces creo que nada ha cambiado en España desde el 36, y muchos de los “indignados” de un lado o de otro, una docena de los amigos de distinta cuna que ahora me leen con variable impaciencia, en cuanto tuvieran poder u oportunidad, mandarían contra la tapia a los que no pensamos como ellos, hasta con el dudosamente noble afán de beneficiar a la “patria”.
La política ha perdido su oportunidad de ganar altura y escalar sus metas más intrínsecas,  para que en la cúspide de sus intereses estuviera siempre y por encima de cualquier otro emblema o valor, el ser humano.
En cualquier caso, no se puede perder el tiempo en pequeñeces domésticas y, menos, dedicarlo a criticar al vecino, su miedo, su conservadurismo, su ordinariez, su populismo o su buenismo, sin saber siquiera de sus auténticas bondades, sus valores, sus excelencias o sus méritos en la gestión del bien común y de sí mismo.
No me interesan los gestores del mal menor cuando las coordenadas que rigen sus decisiones son oportunistas, interesadas o cortoplacistas, y siempre consideran responsabilidad de otros el bien mayor. No es tiempo de cobardes, y el oficio de administrar justicia y gobernanza requiere de mucha valentía, porque los problemas que nos amenazan no son menores ni admiten ensayos. Y no piensen los que me leen que me refiero a la inseguridad que proporciona el problema cierto y preocupante del terrorismo o la globalización del mal, pero es que hay otros.  A corto, medio y largo plazo, hay dramas que atender y hemorragias que atajar que no admiten demora porque nos va en ello lo más sagrado:
El auxilio a los que sufren dentro y fuera; la gestión eficaz de las oleadas migratorias; el apoyo diplomático, político y económico in situ que las evite; el afrontamiento de los peligros reales del cambio climático y sus consecuencias; las acciones preventivas sobre la población amenazada de las zonas previsiblemente afectadas por las inminentes catástrofes (naturales o no); el blindaje y actuación unánime contra la corrupción y la evasión fiscal; el encumbramiento de la ética como norte y guía de todas las transacciones y conductas; la mejora en la educación de la infancia y de la población en general hacia el respeto, el servicio y el consumo responsable; la erradicación del culto al lujo y la banalidad; la exigencia de un sobreesfuerzo en pro del bien común por encima de ningún beneficio personal en todas las decisiones empresariales, políticas y económicas; la gestión eficiente de los recursos y deshechos; el apoyo a la investigación y el desarrollo como motor de progreso; la provisión permanente de la protección a la salud, alimentación y cobijo como derecho de nacimiento de todo ser humano; la exigencia del merecido cuidado y bienestar de nuestros mayores; el profundo respeto hacia los océanos, los espacios naturales y todas las especies animales, etc., etc., etc. 
Hay tanto por hacer que, para qué empecinarnos en contarnos los lunares unos a otros si podemos inspirarnos al contemplar y conservar en nuestra memoria la hermosa sonrisa con la que venimos todos al mundo.
El impulso hacia una fraternidad planetaria no es chifladura de soñadores desocupados, sino un fin superior y misión principal de cualquier humano orgulloso de serlo. Puedo asegurar que no es utópico, porque es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, y las banderas y fronteras sólo son monumentos al miedo, antifaces y muros de la vergüenza, membranas que aíslan y tendrán que ser desacreditados y desmontadas a lo largo de los próximos lustros. No hay más nacionalismo posible que el orgullo de ser ciudadanos del universo y hermanos de todas sus criaturas.
Mientras tanto, y ya que tenemos que permanecer todavía por un tiempito ordenados, ordeñados y clasificados en ésta, nuestra casa común, distingámonos sólo por nuestro celo en el servicio, convirtámosla en un confortable hogar para todos los que en ella nacimos, y demos hospitalidad inteligente a cuantos necesitados y peregrinos de buena voluntad nos transiten.
Así sea.
                                              Vicky Moreno / Septiembre 2015








    

viernes, 31 de julio de 2015

BELLOS CANTOS DE SIRENA

     Yo no uso cajitas para separar mis territorios, pero, si las usara, hoy se habrían desbordado todas. Como las magdalenas en el horno, mis sentimientos habrían rebasado sus márgenes de papel, desparramando sus moléculas hasta formar una sola masa, cálida y fragante, que lo llenaría todo. 
     Es lo que tienen las efervescencias interiores, que no son buenas ni malas porque tal fenómeno culinario trasciende los opuestos. No hay mejor sensación ni mejor meta que la humilde certeza de reconocerse porción diminuta de ese inmenso mar, dejarse hornear y habitarlo todo.
     Pero, aunque sirvan de nave con la que surcar o compartir destinos, las emociones en sí no son la meta. Lo esencial no es ser querido, sino experimentar la grandeza del amor, por medio del amar (de a-mor = no muerte, según algunos).
     Por supuesto que no hablo de la efímera embriaguez romántica, sino de la experiencia sublime que alcanza a los generosos y valientes cuando pierden el miedo y acuden a la llamada de las profundidades, dejándose ir en brazos de las sirenas que invitan a esa entrega. 
     Ulises se equivocó al hacer que le encadenaran para evitar seguirlas, igual que tantos otros se equivocaron y equivocan al aceptar las paralizantes ataduras del deber y lo aprendido basado en la cultura del castigo, mientras que faltan a la obligación suprema de fluir, dejarse ser y amar.
     Ciegos por la rutina o el temor, se amarran al mástil de los convencionalismos, de la inercia, de la acumulación, de los afectos interesados y las expectativas ajenas, creyendo con ello estar a salvo de las iras de Circe, que, en el fondo, sólo les está ofreciendo la oportunidad de superarse a si mismos y ganar su libertad y aprecio. 
      La Odisea es un mito mal interpretado que ha empapado nuestra civilización. La advertencia encriptada era otra, más parecida al mensaje universal del que hablamos.  Como en otros tiempos, hoy sigue llegando este mensaje y son reconocibles en nuestro entorno este tipo de personas:
     Los "rectos", como individuos encapsulados en sus cajitas, que nunca se atrevieron a mirar más allá de sus márgenes, difundían y difunden la tenebrosa fantasía de que los cantos de sirena son peligrosísimos porque desestabilizan el entorno y evocan los más lúdicos, lúbricos y populistas ensueños, arrastrando a quienes los escuchan al Hades, donde serían devorados para no regresar jamás. Para evitarlo, han de taparse los oídos, conservarse ordenados y firmes en sus principios, ciegos a la magia y sordos a su música, a fin de resistir toda tentación, respetando y haciendo respetar la más rancia tradición. (El consiguiente acorchamiento les supone incluso un seguro de flotabilidad).
     Hay quien se lo cree, y hay quien simplemente obedece a los que levantan el dedo, pero todo el mito ha sido falseado durante milenios para justificar hacer lo que siempre se hizo.
     Los anfibios seres señalados por Ulises no eran marinos, ya que, en realidad, en tiempos de Homero se describía a las sirenas como criaturas mitad humanas y mitad aves (la Iglesia Católica metamorfoseó después la leyenda para convertirlos en voluptuosas tentaciones femeninas).
     Presumo que tampoco su llamada era a la perdición, sino a la luz, pues invitaban a salir de la caverna, escapar de la tormenta, de la noche oscura del alma, hacia el flujo dinámico de la vida (“todo ha de morir para nacer de nuevo”). Su música era la canción de la creación, a cuyo ritmo de avance nuestra parte más densa se resiste, sin saber que, quien se dona y diluye entre sus notas, puede convertir el abandono en herramienta al servicio del crecimiento, el gozo y la trascendencia.
     Multitud de mensajes de la sabiduría ancestral nos invitan a despegar de la aparente firmeza del suelo que nos ancla, de la zona cómoda, superar grabaciones, desbordar los límites, investigar, dinamitar el telón de acero de nuestros miedos y explorar sin temor las cimas y profundidades de esa lúcida y luminosa experiencia oceánica que nos desembrida, diluyendo  nuestro ego y aportando tan solo paz y bienestar a quien se atreve a vivir en el discernimiento y el servicio.    
     No hay nada que temer. Sólo hay que dejarse hornear y aprender a volar... (y a bucear, por si acaso).

                                                              Vicky Moreno / Julio 2015


viernes, 27 de septiembre de 2013

SUMISOS POR COSTUMBRE, EXPOLIADOS POR IGNORANCIA - Por Vicky Moreno



COCIENDO A FUEGO LENTO
Sumisos por costumbre, expoliados por ignorancia.

Junto a nuestra proverbial manía de perder la fuerza por la boca, estamos peligrosamente acostumbrados a la sumisión y a la pasividad, dejándonos cocer a fuego lento ante el asombro de la historia, sin más explicación que la inercia fangosa de nuestro chiquitito y egoísta bienestar junto a la anestesiante confianza en que alguien, en alguna parte, esté haciendo lo que nosotros no, al tiempo que identificamos "gobierno" con "autoridad con fundamento"... pero no hay tal. 
Primero, porque se nos olvida que los gobernantes sólo son funcionarios al servicio del país (nosotros), que somos los que debemos ser atendidos y los acreditados por naturaleza para recibir todo el respeto y la pleitesía posible. que para eso pagamos. 
Segundo, porque, por desgracia, nadie puede garantizar que los elegidos en las urnas a base de millonarias campañas nada equitativas y a menudo financiadas irregularmente, tengan con ello demostrada altura moral, intelectual o emocional ninguna, cualidades que ya es hora que exijamos probar a los candidatos a través de un examen serio, aséptico y científico, por medio del cual, cada vez que un ciudadano se ofreciera a dirigir los destinos de una nación fuera previamente imperativo analizar y evidenciar su perfil psicológico; biografía; formación; programa propuesto; viabilidad y realismo de sus planteamientos; coherencia y ética previamente demostradas; inteligencia emocional y capacidades varias, frente a un equipo de expertos e intelectuales ecuánimes y no vinculados a ningún partido, asistidos por el software más avanzado, que permitiera garantizar su eficiencia y objetividad a la hora de minimizar el nivel de incertidumbre de los votantes y asegurando así a priori la idoneidad de cada candidato...
Tercero, porque, en nuestra intoxicada sociedad, con datos tan manipulados por tan diversos intereses, y sabiendo que la reflexión y el discernimiento no son deportes nacionales, es del género tonto suponer que el simple arreglillo en photoshop de la imagen y curricula de los candidatos sirva a nuestras mentes desnutridas y puramente emocionales, para elegir con ninguna profundidad ni ningún criterio fiable a ningún candidato confiable.
No es mala suerte que nos den gato por liebre y encima nos lo cobren como faisán, mientras regalan a los magnates de las finanzas nuestro plato y nos racionan las migas, tan sólo es consecuencia de nuestra ignorancia e incompetencia. Si no queremos que sigan pasando las mismas cosas, tendremos que abrirnos a buscar herramientas novedosas para cambiar los principios torticeros que originan nuestros males.
Por supuesto que queda mucho por hacer antes de llegar a la violencia contra nadie en busca del buen gobierno, transparencia, equilibrio distributivo o justicia, aunque estemos en nuestro derecho y sea nuestro deber defender estos valores. Por otra parte, tratar de reprimir violentamente a quien ostenta un poder que nuestra adulterada democracia le ha otorgado, no sólo sería incongruente, sino que apenas destronaríamos a un idiota para poner a otro.
En cualquier caso, el fin no justifica los medios y, como postularía Gandhi, la paz, el diálogo, la perseverancia y una sana rebeldía son las únicas vías éticas en pos de un fin ético, pese a que, sin duda, también estemos obligados a vencer la pereza, cobrar conciencia y unirnos para reprimir de la manera más inteligente y activa que podamos la violencia institucional que estamos consintiendo que se ejerza contra los más desfavorecidos.
Nuestro país ya no es el que soñaron y lucharon por conseguir nuestros padres, pero todavía estamos a tiempo de que no llegue a ser el reino de los mentirosos y los lobos codiciosos del que se avergüencen nuestros hijos, ya despojados, mientras reniegan del recuerdo de nuestra cobardía.
                                                                            Vicky Moreno / Septiembre 2013