SOBRE LA MOTIVACIÓN Y EL
ENTUSIASMO
Por Vicky Moreno
Vivimos
tiempos complicados, con ajustes y restricciones no acostumbradas, difíciles de
encajar mientras los sacrificios que se pidan no sean proporcionales a las
categorías y a los méritos o deméritos demostrados. En este contexto, viral y
deslizante, hablar a los trabajadores de motivación produce frecuentemente en
ellos la sensación de hilaridad por sentirse, además de expoliados de sus
derechos, obligados a fingir una satisfacción que no saben encontrar en su
actual proyecto profesional ni en sus amenazantes condiciones laborales.
Maslow
diría que son las necesidades reflejadas en este cuadro las que impulsan los
distintos niveles de motivación de cualquier persona, y que, hasta que no están
cubiertas las inferiores, no se consigue empuje hacia las siguientes, pero me
atrevo a discrepar.
En
su planteamiento hay algo que no funciona tan matemáticamente y, aunque admitamos
que un hombre hambriento no tiene más impulso que el de satisfacer sus
necesidades primarias, existe algo que podemos llamar “idealismo” “entusiasmo”
o “romanticismo” que vuelve lo negro blanco y hace héroes de villanos.
Palabras como motor, motivo, emoción, parten de la misma raíz etimológica, y todos sabemos de personas (con cultura, sin cultura, pobres o ricas) que han dejado sus países para dar su vida en lucha por la libertad de un pueblo que jamás habían pisado, o se han metido en la selva para tratar de curar enfermedades que ellos mismos corrían serio peligro de contraer. ¿Cuál es su motor?
Todos estamos hechos de la materia prima de
los sueños. El motor que más nos mueve es un ideal. La correcta visión y el
alma grande hacen hueco a metas cada vez más altas y nobles. Pero, según su
grado de inercia, muchas personas necesitan dinamizar o fecundar sus sueños
antes de dar un paso o ni siquiera reconocerlos.
¿Cuál
es el germen de un ideal propio sino el ideal por otros contagiado? Desde ese
contagio inmaterial que insufla vitalidad es desde donde aparece el impulso
básico, esa zanahoria intangible que daría origen a la motivación en terrenos tan
áridos como el bélico o el laboral.
Por
lo tanto, no existiría una capacidad de motivación escalonada ni resultaría
sólo clasificable en las dos habituales categorías en virtud de su origen
externo o interno. Podríamos determinar al menos cuatro tipos de motivación:
1. Extrínseca = La más conocida,
que es consecuencia de un premio o beneficio esperable y calculado que procede
de fuera.
2. Intrínseca = La que proviene
de nuestra propia capacidad de recolectar y atesorar argumentos para el
agradecimiento y la alegría, difícil de impulsar desde cero.
3. Transpersonal = La que parte
del entusiasmo por la consecución de un ideal no egoico, aún conociendo los
puntos negativos o el coste de ejecución que conlleve.
4. Mimética = La que procede de
nuestra natural y automática tendencia a vibrar en la misma longitud de onda
que el que se entusiasma sinceramente ante nosotros.
El
liderazgo debe de ser naturalmente entusiasta. Cuando el entusiasmo es fingido
produce el efecto contrario, porque el cerebro no admite mensajes falsos y la
comunicación no verbal lo hace detectable.
El
motor de los coches siempre va delante. Nuestros políticos y directivos son los
que deben alimentar su correcta información, su transparencia, su positividad y
sus sueños más altos para poder ser líderes inflamados de entusiasmo
inteligente y contagioso y, como dinamos, aportar fuerza y calor en cualquier
colectivo y hacia las metas más generosas, equitativas y eficientes.
Vicky Moreno
Perdona, pero no estoy de acuerdo que el motor del "coche" deban ser los `políticos y directivos. La epoca feudal ha pasado, gracias a ... El motor deben ser los ciudadanos. ¿Tienen los políticos más inteligencia, sabiduria y conocimientos que los ciudadanos? He tenido ocasión y puedo afirmas que no; muchos de ellos solo se dedican a la política porque les da dinero y no encuentran puestos de trabajo en otros sectores.
ResponderEliminarPerdona. No puedo reprimir mi enfado. Un abrazo
Gracias Juliana Luisa, y claro que de acuerdo con que el motor social de cambio han de ser los ciudadanos, pero aquí no hablo de eso. Tan solo pretendía reflexionar sobre la plástica facultad mimética con que venimos de fábrica, y lo perezosamente que descansamos en los líderes de toda clase, que, justo por nuestra inercia delegadora, tienden a abusar de ese impulso. Señalo la grave responsabilidad que conlleva el liderazgo, y la necesidad que cualquier líder tiene de, saliéndose del síndrome de suficiencia, poner lupa con honestidad y rigor sobre cada movimiento, palabras, valores y principios que animan su conducta.
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