(A propósito de los 10 Mandamientos de la Manipulación de Chomsky)
Chomsky sigue teniendo razón. Es un peligroso lodazal éste de la manipulación y hay que cuidarse mucho para no caer en él. Lo que no dice es que los manipuladores son los primeros manipulados por su propia insensatez. No son ladinos interesados y egoicos calculando su beneficio, sino marionetas manejando marionetas en este gigantesco teatro que, como el propio Chomsky apunta, hace de lo habitual derecho, y da carta de naturaleza a la idiotez ambiente. ¿Es un manipulador el publicista que camufla entre imágenes con astuta pericia el producto que yo no voy a poder evitar consumir?.. No. Tan sólo es un trabajador, o incluso un artista, consagrado por los aplausos sin crítica ni autocrítica que recibe. ¿Es un monstruo quien dirige con mano firme un país, guardando para sí y los suyos la fortuna que considera que por derecho le pertenece?.. No. Es un producto decadente e indecente (los hay menos evidentes e igual de indecentes) de la inercia que le alzó al poder, le consintió permanecer y hasta le hizo honores durante décadas. Porque la conciencia se hace perezosa y es casi heroico pedirle a nadie que se levante desde el sofá del reconocimiento y el confort de las almohadas que todos creemos merecer. Un pequeño mérito inicial y ya estás ahí arriba, justificándolo todo.
Sólo dos fuerzas en el universo, que engloban a todas las otras y copulan en una danza constante: Eros y Thanatos. Una ascendente y otra descendente. Una centrífuga y otra centrípeta. Una vivificante y otra adormecedora. Tenemos siempre delante las opciones posibles y, en cada decisión que tomamos, por pequeña que ésta sea, empujamos a un dictador o liberamos a un pueblo; abrazamos la luz o perdemos nuestros colores en la oscuridad.
Eso es el despertar. Tomar conciencia de nuestra constante responsabilidad de elegir y sus consecuencias, utilizando toda la información a nuestro alcance y ejerciendo como seres conscientes en cada pensamiento, en cada palabra, en cada oportunidad y en cada minuto. No hay posibilidad de abstenciones inocentes. Mientras vivimos, estamos en trayecto y nuestras acciones u omisiones suman o restan, nos elevan o hunden. El punto muerto sólo es la muerte.
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