de Vicky Moreno, el Viernes, 07 de enero de 2011
A punto de escorar
mi nave de palabras
en este mar de bits despreocupados,
paseo la mirada por cubierta,
reviso los containers
y se me hace muy difícil
saber qué descartar y echar al agua.
Sagrado es lo que vino.
Lo enviado, mi yo.
No siempre es de fiar lo destacado,
pues lo que ayer sentí
ya es el pasado
y algo que no brilló
puede que ahora
tenga un gusto especial
que lo haga mío.
Ya sé.
Puedo seleccionar los usuarios:
A los que quise bien y mandé afecto
les renuevo el espacio como halago,
y a emisores sensibles y especiales,
que me hicieron vibrar con su palabra,
les confirmo mi aprecio y atesoro.
Pero.... de nuevo en vano.
Me he encontrado
mensajes imperdibles
de personas lejanas,
ya olvidadas,
que enviaron el néctar de su alma
en cajita de oro y pedrería,
después arrinconada en la bodega
donde ya no hacía daño su recuerdo.
En algún otro estante
hay sentimientos,
abrazos embalados con cariño,
que me niego
a que queden en la nada.
Y, al fondo, reflexiones,
impúdicas presencias de mi alma
que no alcanzaron otra categoría
y están solas ahí,
como pendientes
de hacerse relevantes para otro.
Hoy no sé
si cortar mis recuerdos,
o cortarme los sueños;
acortarme la historia
o cortarme las venas.
Vicky Moreno /
Enero 2011
mi nave de palabras
en este mar de bits despreocupados,
paseo la mirada por cubierta,
reviso los containers
y se me hace muy difícil
saber qué descartar y echar al agua.
Sagrado es lo que vino.
Lo enviado, mi yo.
No siempre es de fiar lo destacado,
pues lo que ayer sentí
ya es el pasado
y algo que no brilló
puede que ahora
tenga un gusto especial
que lo haga mío.
Ya sé.
Puedo seleccionar los usuarios:
A los que quise bien y mandé afecto
les renuevo el espacio como halago,
y a emisores sensibles y especiales,
que me hicieron vibrar con su palabra,
les confirmo mi aprecio y atesoro.
Pero.... de nuevo en vano.
Me he encontrado
mensajes imperdibles
de personas lejanas,
ya olvidadas,
que enviaron el néctar de su alma
en cajita de oro y pedrería,
después arrinconada en la bodega
donde ya no hacía daño su recuerdo.
En algún otro estante
hay sentimientos,
abrazos embalados con cariño,
que me niego
a que queden en la nada.
Y, al fondo, reflexiones,
impúdicas presencias de mi alma
que no alcanzaron otra categoría
y están solas ahí,
como pendientes
de hacerse relevantes para otro.
Hoy no sé
si cortar mis recuerdos,
o cortarme los sueños;
acortarme la historia
o cortarme las venas.
Vicky Moreno /
Enero 2011
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