Cuidarse para estar más sanos y ser más eficientes (con el fin último de ser y hacer más felices a los que nos rodean) es sin duda responsabilidad de cada uno, pero no sólo.
Nuestra puesta a punto es de interés social por cuanto que de su eventual fallo pueden derivar graves y caras consecuencias, pero la Administración no puede estar cuidando nuestros motores y a la vez vendiendo gasolina adulterada.
La conducta responsable se impone en toda la cadena de la que depende nuestra seguridad.
Todo parece indicar que es realmente rentable la inversión en estudios, la creación de protocolos preventivos, la educación inteligente y la promoción de conductas higiénicas, del mismo modo que se invierte en prevención en materia de seguridad nacional y probablemente con iguales o mejores resultados en estimación de vidas salvadas.
Pero esta labor es cooperativa. Es necesario el ejercicio de la responsabilidad social basada en la evidencia, pero puede que un día llegue también a ser punible la omisión en el propio cuidado. No somos islas. Ignorando el daño moral que causamos a los que nos quieren y el gasto que producimos a la sociedad con la falta de ética de nuestra propia negligencia mostramos un desinterés que pone en cuestión su correspondencia.
El terrorismo más grave es el de la ignorancia y el desamor.
http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=49248
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