viernes, 24 de junio de 2011

LOS MOTIVOS DEL HAMBRE EN EL MUNDO

En solo 10 minutos de reportaje Jean Ziegler deja muy claro que las personas que mueren diariamente de hambre y de sed actualmente en el planeta son asesinadas por la especulación criminal que de forma global se hace con los productos de primera necesidad.
"Las causas del hambre". Informe semanal TVE1 17-06-2006

http://www.youtube.com/watch?v=UeCPV0_d-U0&feature=player_embedded

jueves, 23 de junio de 2011

EL MODELO "PARASITARIO" CHINO - Por Vicky Moreno

Nos advierten ahora del MODELO PARASITARIO CHINO.... ¿Y qué se supone que podríamos esperar?  ¿Un chino, un guineano, un indio, no son personas?  ¿No tienen derecho a satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia?  ¿No pueden aspirar al progreso y a la abundancia?  ¿Qué nos asombra? ¿Que son productivos y familiares? ¿Que se organizan bien y refinancian a los suyos en vez de consumir y consumir ?.... Benditos sean.  Imitémoslos y se acabó el paro.  Lo español tiene tirón fuera. Potenciemos nuestra imaginación y traspasemos fronteras, a ver si por fin las echamos abajo. Creemos un banco de inversión en pimes españolas emprendedoras y viajeras, en vez de temer y castigar a los hermanos chinos que con su ejemplo nos muestran el valor del esfuerzo, la perseverancia, la austeridad, el aprendizaje y el respeto a la familia. Si lo copian todo es porque siempre se hizo así a lo largo de la historia del progreso humano y probablemente también tenemos que revisar el criterio sobre los derechos de propiedad del conocimiento. El mundo es ya muy pequeño para admitir tantas fronteras y abismales diferencias. Las personas somos ya demasiado parecidas y demasiado próximas para seguir sintiéndonos extranjeros. O nos vivimos como humanidad, repartimos como humanidad, nos cuidamos en conjunto como humanidad, prevenimos como humanidad y legislamos como humanidad, o esto se va al carajo.

miércoles, 22 de junio de 2011

PARTICIPAR PARA GANAR VS PARTICIPAR PARA VIVIR - Por Vicky Moreno


     Nuestra competitiva sociedad no sería tan impresentable si fuera sólo eso, competitiva, pero es que, además, es mentirosa. Tanto los lujos y prebendas, como los beneficios sociales, que tan caro pagamos los contribuyentes, alcanzan sólo a unos pocos, mientras la divinizada fecundidad del propio dinero rellena las arcas de los más afortunados -en algunas personas, digno premio a su esfuerzo-.  No sabemos bien si viene de antes la pobreza, la ignorancia, la incultura, la falta de oportunidades o la mala suerte –o todas ellas juntas-,  el caso es que son amigas inseparables, y su presencia produce el horror de una estética que se arrincona y disimula como ropa sucia, tendiendo a evitar, cuando no a esconder en verdaderos guetos, a los fracasados (incluso cuando sólo ayer estuviéramos aclamando su momento de éxito).
      Mientras corremos hacia la meta del reconocimiento y el glamour, nos vamos defendiendo de ese no ser, identificándonos con algún signo, marca o uniforme que acrediten nuestra deseada superioridad. Experimentamos la fuerza del gremio, el espíritu del clan, como imán que nos proporciona o proporcionará la protección de un escogido grupo de iguales, al que nos afanamos en pertenecer, sin conocimiento ni análisis de lo que encierran sus consignas, pero adoptando sus ritos y apariencias y acreditando así nuestro estatus, categoría y derecho de pertenencia a esa determinada elite de “triunfadores”.  
      El Dr. Eric Berne, eminente psiquiatra, fundador del Análisis Transaccional, en su afamada obra: Los juegos que la gente juega, hablaba de unas fórmulas de relación humana -no por habituales tan conocidas- que él llamaba “juegos”, pero que no dejaban de ser rituales neuróticos, en los que todos nos empleamos denodadamente, desfogando nuestra tensión y ganando siempre a costa de los otros. Algunas personas realizan transacciones emocionales en las que dañan o son dañadas una y otra vez, sin que sean capaces de identificar su error en la puesta en escena de su propia acción comunicativa. Los expertos han llegado a la conclusión de que los individuos juegan esos juegos porque tienen hambre de contactos, de pertenencia, y quieren obtenerlos a cualquier precio, aun si lo que obtienen son sólo contactos negativos. Vamos con una máscara en el corazón, que es pancarta en la frente, diciendo: “antes muerto que ignorado”.           
      Desde pequeñitos aprendemos de esa ludoteca de fantasmas. No nos estimulan a disfrutar y desarrollar lo que nacimos o crecimos apeteciendo, sino a competir, a brillar más que el de enfrente y conseguir formar parte de equipos, profesiones o relaciones destinados a ganar. Pero, ¿ganar qué? Alimentamos y aplaudimos el “espíritu de lucha”de nuestros hijos, sin percibir que en sociedad toda lucha conlleva oposición a otro, y siempre que hay un ganador, hay un perdedor. Para consuelo de estos últimos, ante la frustración del triunfo no alcanzado, se usa como analgesia la frase eufemística de “lo importante es participar”. Sería cierto si fuera sincero, pero ¿qué es participar?
      Participa el que forma parte de aquéllo en lo que ha elegido estar. Esa aparente simpleza encierra la clave de un diferente posicionamiento frente a la relación humana, laboral o social, que precisa un momento de reflexión descondicionada. No basta con “estar”. Para formar parte hay que ser pieza útil de ese organismo o conglomerado dinámico, que hemos decidido formar o habitar. Y para ser pieza eficiente hay que conocer la maquinaria que nuestra presencia contribuye a mover o parar, querer el espacio que nos acoge y acogemos. El conjunto del que formamos parte tiene una historia, una energía, una misión, una visión y unos valores que podemos contribuir a lograr, a mantener o a destruir, pero nunca parasitar.
      Es hora de hablar de la ética de la afiliación. Lo creado merece un profundo respeto y cuidado, y lo que creamos una absoluta responsabilidad. Este conjunto de conjuntos que llamamos planeta, que llamamos país, que llamamos empresa, que llamamos pareja… requiere nuestra participación consciente y eficiente. No podemos vegetar como cigarras, chupando la energía de los que nos precedieron o los que se afanan en hacer funcionar y conservar ese organismo. Cuesta trabajo, pero merece la pena y, además, es lo único que podemos hacer.
      Nuestra afiliación al planeta Tierra no es una carta en blanco para su explotación, sino una relación que precisa consciencia, estudio, paciencia, renuncia, sentido del humor, austeridad y mucho cariño….. Igual, igual, que cualquier otro conjunto en el que hayamos elegido participar.  Nuestro país, nuestra empresa, nuestra pareja no nos exigieron estar ahí. Si en esos sistemas vitales permanecemos es para participar, no para valernos de ellos para nuestro beneficio. Y participar es estar vivo en lo vivo. Lo que está muerto es apartado para no envenenar al organismo que lo acoge.
      Hemos equivocado el camino. No es el brillo, la excelencia, la opulencia, el prestigio o la fama lo que nos hace necesarios y queridos (y ni siquiera más felices). En la naturaleza, lo conservado y cuidado es lo que es útil. Todos apreciamos más a los que más dan que a los que más resplandecen. Y, en el fondo, casi todos sabemos lo que es el gustillo de identificarnos con el organismo del que formamos parte; la felicidad de diluirnos en un conjunto mayor; el gozo del esfuerzo compartido; la fuerza de sentirnos universo.
      Inauguremos el siglo de la “participación”          

jueves, 9 de junio de 2011

¿POR QUÉ CAMBIAMOS TANTO ORO POR CUENTAS DE COLORES?

            Cuando de niña detentaba el pobre record de ser la única de mis amigas que no tenía televisión en casa (carencia providencial que luego traté de contagiar a mis propios hijos), mi madre siempre decía… “¿Para qué queréis esa caja de mentiras, si esto es de verdad?” Señalaba el entorno con su mano de mujer perfecta y segura, y una voz pausada que obviaba cualquier argumento. Siempre supe que, cuando mi ánimo se debatía en entelequias, su abrazo disipaba la angustia, confirmando la permanente existencia de esa verdad absoluta de lo palpable frente a toda fantasía multicolor.
            Mi viejita ahora sigue empeñada en valorar por encima de todo la realidad y, cuando la despiertas de su casi continuo sopor con el afán de que siga aquí, que participe de nuestras historias o vea alguna peli de su época, te saluda con una sonrisa y vuelve a repetir “..Dejadme,  ¿para qué perder el tiempo con tonterías, si mi rico sueño es de verdad?”
            Cuántas veces me acuerdo ahora de ese realismo clarividente y cuánto de él sustenta mis cimientos.
            Aprendí ya a mirar con sus ojos de mujer madura y corazón joven los valores caducos, los afanes vanos y las formas proyectadas y muertas que fabrica el caleidoscopio de las mentes pueriles de nuestra sociedad marchita…, y me estremezco. No sé si soy ajena o nací enajenada, pero ajenos y dolorosos siento sus intereses y trasiegos.
            ¿Por qué cambiamos tanto oro por cuentas de colores? Tanto disfraz me aturde, pero nada me impide ver y decir bien alto que esto no es. Insisto en que el rey va desnudo… Que no hay satisfacción que dure en lo que enjaulamos. Que lo que poseemos siempre nos posee un poco. Que, cuando corremos en pos del dinero o el placer, se nos atrofian las alas. Que sólo tomando altura vemos el tamaño justo de personas y situaciones. Que el verdadero órgano de visión no son los ojos sino el alma. Que en amando de verdad todo está bien. Que el que hace lo que debe no tiene nada que temer. Que el temor ocupa el espacio que deshabita el amor…. ¡Ay, el amor! ¡Cuánto papel y cuánto cartón para mostrar lo que en el fondo no se conoce ni practica!
            Si algo he aprendido es que sólo se ama realmente a quien somos capaces de cuidar. Nada más es amor. Miremos la verdad. Las bellas emociones que se designan con ese nombre siempre tienen detrás un ego legítimamente hambriento de experiencia y emociones, pero endogámico y depredador, por más adorno que se le aplique. Entonces, por pura lógica, aunque cueste enfrentarse a tan cruda desmitificación, sólo nos quiere quien está dispuesto a cuidar de nuestro bienestar y crecimiento. ¿A quién beneficia vivir de milongas?
            Apartado el peligroso mito del amor como embriaguez pasiva, podemos afirmar con rotundidad que sólo hay una forma sana de vivir: Vivir amando, de manera centrífuga, frontalmente, sin subterfugios, con ese Amor grande del que decide hacerlo, del que trabaja cada mañana por iluminar e ilusionar el espacio que habita y a las personas que le rodean; del que se toma el trabajo de amar y lo ejecuta desde la generosidad del alma y la mayor inteligencia.
             Nos obligamos a muchas cosas anestesiantes, estableciendo inercias y huyendo curiosamente de la única necesaria y nutritiva. No vemos la noria, ni la cuerda de la zanahoria, pero seguimos en la rueda, seguimos en el fingimiento de hacer que hacemos, por miedo a los resultados de decidir pensar, de decidir profundizar, de decidir comprometernos de verdad social y humanamente.
            Salir de este teatro de títeres produce en principio mucha soledad, pero sabemos que el gran premio es existir fuera del Matrix; tocar y respirar lo vivo; abrazar y ser abrazado con todo el ser; afiliarse a la realidad con todo el alma, y madrugar para mirar a la verdad de frente, fabricando sólo salud, paz y belleza, con las herramientas del discernimiento y la voluntad que el que ama sabe poner en juego en cuanto hace.
            No hay tiempo que perder porque cada vuelta que damos en la noria más rápido vamos, más nos embrutecemos y más hondo se hace el insano surco de la inercia y la intoxicación física y mental.
            Exijámonos inteligencia, bondad y autenticidad a nosotros mismos día a día, minuto a minuto, si queremos cambiar el mundo. No se me ocurre fórmula mejor.

                                                                                  Vicky Moreno 

lunes, 6 de junio de 2011

IMPARABLE E IMPAGABLE CAMBIO

Vaya mi aliento y mi agradecimiento a cuantos han canalizado por vías pacíficas reivindicaciones tan justas. Mi gratitud también a los intelectuales comprometidos que ayudáis a articular un nuevo modelo político más equitativo, creativo y solidario. Bienvenida tanta pasión, pero nunca sin discernimiento. No somos "buenos" luchando contra los "malos", ni jovenzuelos inconscientes movidos por una ola emotiva pasajera. Tampoco tenemos enfrente aviesos chupópteros organizados de forma maquiavélica. El enemigo es mayor por ser más sutil. Es la ignorancia, novia del miedo, la terrible losa a remover. Es la comodidad, la inercia y el conservadurismo egocéntrico que atornilla un modelo criminal y caduco que ha llegado la hora de cambiar entre todos, con toda la inteligencia de que seamos capaces.