domingo, 31 de octubre de 2010

TALANTE Y TALENTOS

“Con talante y talento nunca hay mal viento” podría ser la frase que me invento para animar la reflexión con la que abro esta tertulia virtual en mi salón de invierno. Aquí no hay bizcochos ni cava como otras veces, pero, a cambio, tenemos la facilidad de reunirnos cuando queramos y cuantos queramos. Me gusta compartir con gente de talento este blog. Porque el talento, propio y ajeno, es lo que buscamos cuando sacamos las ideas al escaparate de la palabra y hacemos transitiva la emoción. Pero ¿por qué el plural?
El talante es la actitud, la disposición personal. El talento es una aptitud, una manifestación de la más genuina inteligencia emocional. Al formar el plural, los talentos cobran una nueva dimensión. Extrapolando la acepción de moneda griega, que se menciona en la conocida parábola para significar lo que nos fue dado, tenemos aquí una representación más próxima al concepto de karma del Vedanta, aquello con lo que contamos para el camino. Sin embargo, y aquí viene la madre del cordero, aparece unido al mandato de hacerlo crecer...
No me cabe duda de que no somos más que depositarios de la inteligencia y habilidades que nos habitan. Somos matrices en las que la información fecunda el terreno en el cual penetra y en cuyo seno nutricio espera multiplicarse. Las notas existen antes de que la flauta tenga alma. Sólo cuando el prana, el hálito vital la transita se convierten en música. Ese tránsito metabólico de la información y de las emociones es el que nos es exigido, no ya por mandato divino, sino por un principio de autoprotección y de conservación de la especie y de la vida misma. Todo lo que tenemos nació para ser dado. Es lo que toca.
Demos y démonos, entonces, porque es sano, divertido y, además, da gusto, haciendo con ello el hueco imprescindible para lo que sigue llegando con el sol cada mañana.
Vicky Moreno / Octubre 2010

sábado, 30 de octubre de 2010

QUISIERA


\     Cómo desearía hoy tener por cierto que tus noches son mansas y tiernas, y tus días repletos de instantes intensos, porque te mereces que la paz anide en los pliegues tibios de tus entretelas y todas las hadas dancen en tu fuego.

\     Pero, sin embargo, también te deseo que tus noches sean mágico néctar, cepa de universos que se arrobe en tu vientre vibrante, sin hora y sin miedo, y que a la mañana encuentres tan lleno el zurrón de la dicha que todos y nadie te importe en exceso.

\     Quisiera que a ti, a aquéllos que amo, se os cumplan los sueños, pero nunca todos; sólo los que nutren... y de tiempo en tiempo. Que el camino al logro es cincel de plata; lo esperado, inmenso, y la ilusión vida que busca a su dueño.

\     Aunque también quiero que nunca lo ansiado perturbe tu pecho, que cada minuto sea cómplice bueno, suficiente y dócil, del tamaño amable de tu firmamento, y como él te otorgue su cálido abrazo, sin que quepan hurtos del ayer o el luego.

\     Tan sabio y tan hondo quiero que te quedes que no haya tormenta que peine con rizos el lago preñado de tus sentimientos; que tu fiel mesura siga modulando el latir del genio que desde la lámpara te ilumine el alma y te caliente el verbo.

\     Pero también pido que tus emociones nunca tengan hambre de paz o justicia, ni cárcel ni rejas que achiquen su aliento; que no falte sangre ni voz por tus venas y expreses lo grato, lo ingrato, lo tierno, lo poco o lo mucho, lo abrupto o lo quedo.

\     Que nada te impida que tus fuerzas vayan en moisés de mimbre al palacio abierto donde tu entusiasmo sea bienvenido, y tu barro alcance su misión de espejo, y tu esencia llene todo lo que roce, y tu luz desvele todos los misterios..

\     Y si un día tienes que tocar tus límites, la sabiduría de reconocerlos te acompañe siempre sin crear fantasmas ni frustrar anhelos; que el verlos reanime tu labor callada de gestor de mentes, tu oficio sublime de auxiliar del cielo.
Vicky /Septiembre 2010

MULTIPLICACIÓN

Nuestras manos son cuatro
más tu yo somos diez;
diez voluntades locas,
diez titanes de hierro,
diez motivos, diez bocas
que explican sus anhelos.

Dos corazones vivos
convertidos en cien,
por esas raras cosas
que te impulsan a ser.
Ser uno en el abrazo,
y desde ahí remover,
como mil, la apatía
la ignorancia y la hiel.

Convertidos en mundo,
cien mil podemos ser,
y salvar cien mil vidas
y tener cien mil pies
para sembrar caminos
de justicia y de bien.

Un millón de esperanzas,
nos caben en el pecho,
si juntos fecundamos
un futuro sin techos,
sin fronteras, sin odios,
sin mangantes, sin necios,

Brota en ti, compañero,
como brotas mis sueños,
que vamos a dejarnos
la piel en el invento
de ser cuantos podamos
de hacer cuanto queremos
de hervir hasta quemarnos
de amar hasta nacernos.
                                              
                                               Vicky / Julio 2010

EN EL AZOGUE


La felicidad, como  un pájaro raro,
no puede perseguirse o enjaularse
sin destruir con ello
el fractal de colores que creó nuestra mente,
por eso siempre lloran los que la atan.
Se expresa de otro modo su hermosura.
Sólo podemos
tenerle siempre listo un sólido refugio de ilusiones,
una cama de sueños con cobertor de espuma,
una buena despensa
repleta de alimentos no transgénicos,
en la que nunca falte
la mano generosa, la alegría, la entrega,
la calma, el desapego, la empatía
y un buen juicio entrenado
con el que prepararle ricos platos.
Después limpias los vidrios
para que ni una mota opaque la mañana,
adornas con mil flores las terrazas y,
extraña paradoja,
sales al porche y notas que no hay dama que llegue,
que acaso nada esperas, que tampoco te importa...
Se te olvida el motivo
y continúas
la ruta del milagro cotidiano,
ocupada en amar. 
Entonces te das cuenta, percibes ese aroma,
esa conciencia nueva,
y se hace penetrante
 la azul capa de dicha que siempre estuvo ahí.
Nada de fuera viene.
Al fondo del pasillo, en el azogue,
aparecen visitas a lo lejos que nos traen alegrías o tristezas,
pero que apenas llegan a espejismos,
temores que reflejan implacables nuestras propias tinieblas,
alborozos sublimes que son huella de nuestra propia luz.


                            Vicky Moreno / Sept. 2010