Este artículo es de esos que, aunque una en principio no comparta el énfasis en el calificativo, he de confesar que me ha enardecido y revitalizado antiguas voluntades de servicio que, en otros momentos, nos hicieron gritar nuestras rabias llenando plazas.
Pero, en realidad, pienso yo, no es tanto que ahora seamos idiotas, que también, sino que somos listillos idiotizados, lo que nos convierte en insolidarios, egoístas y mediocres.
La historia está llena de situaciones semejantes en las que, en medio de la crisis y aparte de la de aquéllos que están en la cúspide de la pirámide, se dan dos posiciones principales: Por un lado, los debilitados por la necesidad se vuelven descreídos y se dejan llevar por el marasmo. Por el otro, entre los menos perjudicados, el temor a empeorar o la posibilidad de mejora individual divide a las víctimas, que toman posiciones para conservar su parte de la miseria o, si les dejan, sacar tajada, del mismo modo que lo ven hacer, con más envidia que indignación, a los dueños de su destino.
Víctima y verdugo se temen, pero se confunden y soportan porque en realidad no son diferentes, sólo lo son sus circunstancias.
Vicky Moreno
Vicky Moreno
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