Estoy con Leonardo Boff en este artículo diáfano y excelente, como todos los suyos.
Hay quienes piensan que la intermitencia en la aparición de manifestaciones de los "indignados" pronostica su debilidad, pero yo creo que ha sido y es una fuerza del ser humano automática e inextinguible. La exigencia de respeto a la dignidad propia o ajena es un resorte esencial de nuestra naturaleza que permite que, siempre que se ve amenazada, se produzca una reacción individual o colectiva de la misma o mayor intensidad que la percepción de desprecio experimentada.
En estos momentos, la dignidad, el bienestar y la vida de muchos seres humanos está realmente amenazada por la avidez y la ignorancia, y es derecho y deber, no sólo de los expoliados o estafados sino de toda persona de bien, salir a las plazas y dar testimonio, aunque sea ciego, de esa indignación. Y digo "ciego" porque ese impulso inicial tiene derecho a serlo, como lo es el de sacudirse del lomo las pulgas que irritan la piel. Son los que tienen ojos para ver, es decir, conciencia, estrategia y medios, los que han de canalizar toda esa fuerza en pro de un nuevo modelo de acercamiento al bien común. Anhelamos una política del bien común y vamos a tener que ser todos los indignados los que digamos "basta ya" a esta fiesta de magnates y mangantes bendecidos por unos políticos poco imaginativos y obligados por los mercados a conducirnos a la nada.
Aunque no sepamos muy bien cómo llegar a esa ilusión de excelencia ética y discernimiento en ejercicio, sabemos lo que no queremos y sabemos que sembrando sueños se terminaron cosechando voluntades, derrocando dictadores y construyendo imperios. No tengamos prisa, y sí mucho cuidado para no dejarnos envilecer por la ira ni manipular por intereses ajenos a ese bien común. Y, sobre todo, hagamos, haciendo. Seamos siempre y en cada momento una muestra viva del individuo sereno y cabal que queremos encontrar.
Vicky Moreno
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