miércoles, 17 de noviembre de 2010

LLUEVE


  (Meditando desnuda en el jardin bajo una preciosa tormenta de Junio)


Llueve,
y la lluvia no es agua
que resbala silente por mi cuerpo.
Son lágrimas del mundo,
todas las lágrimas,
que llegan y me inundan
y me escuecen por dentro.

Llueven lágrimas,
pero estas letanías
no purgan ni condenan
ni son dolor de otros
pagando por mi dicha
o mi paz de ahora mismo...

Son bendiciones,
amor evaporado del corazón humano
y acumulado en cirros de emociones
que se condensan, cayendo al enfriarse.

Nos recuerdan
que todo vuelve a ser
que todo es siempre,
que nunca pasa nada.

Hoy me honran sus lágrimas,
los húmedos abrazos de tu pena,
su pena, la de todos,
tapizando mi piel de cercanía,
despertando simientes perezosas
que germinan salobres esperanzas
de un mañana gemelo de mis sueños.

Con reverencia,
me entrego
y acaricio despacio el elixir,
que ahora ya no estalla contra mi superficie,
me nutre y me penetra,
disolviendo al pasar por mis entrañas
todo rastro de anhelo.
Me empapo en  lo que es,
verdad y maravilla que se muestran
en toda su grandeza
gritando que la Vida 
es manantial eterno,
flujo y servicio,
de ella para sí.

Dinámica perfecta
que permite decir
"todo está bien"
(aunque no lo contemple nuestro miedo),
en un orden cabal de equivalencias
que se escapa
a medirse en porcentajes
o amputar su grandeza en etiquetas.

Si nos vemos sumidos en lo oscuro
o en un ebrio fulgor de vanidades un día de contento,
estamos locos,
porque siempre tenemos por igual
la esencia única y real
que forma el Todo,
infinito y cromático universo
que, insolentes y ciegos,
explicamos
en juego bipolar de blanco y negro.
                                       Vicky 

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