LOS POETAS DEL LOGRO – Por Vicky Moreno
Para mucha de esta gente su noble vocación se hizo crisis permanente, y perpetua sombra sin fecha. Ellos son los Sísifos de la ciencia, siempre empujando una piedra que está destinada a caer, bien por insuficiencia de resultados, por insuficiencia de financiación o, en el mejor de los casos, por revelación de nuevas hipótesis que permiten descubrir que la cima alcanzada ya no vale, porque siempre está más allá.
Después de unos años supe todo esto y se me pasó un poco aquella envidia sana.
Si el emprendedurismo tiene un modelo de referencia, el de los científicos cumple sus más altos cánones. Su fe incombustible hace visible el axioma de que creer es crear.
La sociedad no avanza sin idealismo, sin los poetas del logro que escriben sus estrofas entre moléculas, diferenciales, partituras u hojas de cálculo. Aunque no estemos acostumbrados a verlo así, los científicos no están tan lejos de un Neruda o un Bach, ni, del mismo modo, nuestros rapsodas saben cuánta ciencia y conciencia fecundan sus versos. Nunca existe la una sin la otra porque, faltando la ciencia, la conciencia se llama creencia, igual que la ciencia pierde su virtud y denominación si no va acompañada de esa conciencia.
Es un mundo mejor el que buscamos todos los que sentimos en el alma el afán de progreso de la sociedad, pero, ellos, los creativos, los investigadores, los pioneros, los emprendedores en suma, valientes adalides, no dudan en entregar todo su tiempo, su patrimonio y hasta a veces su vida en persecución de metas tan altas. Que sea un impulso natural, casi irrefrenable, el que sienten, no le quita mérito a la decisión de emprender, caer y volver a alimentar el ánimo, para acometer una vez tras otra el camino de ascenso a cualquier meta. Casi no importa adónde, ni el tiempo lo limita; el caso es avanzar, empujando alto y lejos el sueño, aún en momentos como el que vivimos en que la persecución del logro se hace casi utópica, si no heroica.
El futuro es suyo porque la historia se escribe gracias a ellos. Son cocreadores del bienestar que el desarrollo a todos nos regala y es obligado el reconocimiento de los que transitamos al rebufo de su brío. Ójala la sociedad sepa un día retribuir mejor a los que emprenden y cuidar el fuego fecundo de su entusiasmo.
Ahora bien, por amor a la obra bien hecha y por respeto a sí mismos, es prudente que sepan evitar la sombra que acompaña a lo que apasiona: La embriaguez del logro, que embota el alma y marchita el cuerpo; la hipertrofia de lo mental, que apelmaza el sentir; la falta de exigencia para la selección de objetivos; la laxitud en los márgenes éticos de algunos proyectos ilusionantes; el afán de lucro desmedido; la elección de compañeros de camino no tan cabales; la autoindulgencia dejando los cadáveres de sus afectos en la cuneta...
En cualquier caso, gracias de corazón a ese motor del progreso que son los emprendedores. Los políticos fingen -o incluso creen- que conducen una locomotora encarrilada hacia el cambio, sin darse cuenta de que el camino está ya dado y que de nada les sirve "tanto retumbar y tanto pito" zarzuelero sin la caldera ardiente de los que, a la sombra, desde sus despachos, sus laboratorios, sus talleres o sus aulas proporcionan la verdadera energía que mueve esa compleja maquinaria.
Brindo por todos los que de verdad saben amar (porque saben cuidar), fabricando futuro y dándolo todo por los que cómodamente viajamos en calentitos vagones, mientras, inconscientes y hasta indignados, creemos hacer algo criticando el retraso, el hollín o el traqueteo.
Vicky Moreno / Mayo 2012
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