jueves, 25 de julio de 2013

EL DOLOR DESENMASCARA - Por Vicky Moreno

Todos los filósofos reflexionaron sobre principios y fines cuando la muerte se avecinaba, bien desbordados como espectadores de una tragedia, o mirando frente a frente la propia fragilidad. No es que ellos no lo hicieran antes, pero no es frecuente que nos consintamos tan radical desnudez como en los momentos en que uno siente arrebatado lo esencial o segado el futuro.
Fácil es pensar que fuera el miedo el que desatara su búsqueda de certezas y refugio, pero ninguno de los grandes hombres y mujeres en los que estoy pensando tenía nada de timorato, y algunos hasta tomaron cartas en el asunto de su propia muerte, señal de que no era tema del que huyeran.
La cuestión aquí es, por un lado, si sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, y, por el otro, a qué dedicamos nuestra convulsa e/o insulsa vida mientras no truena. Siguiendo el símil del trueno, el susto que anuncia el fulminante y mortífero rayo -o al menos la posibilidad de que nos quede calada el alma-, hace que aterricemos, nos quitemos el disfraz de bufón, nos pongamos las gafas de ver la realidad y demos un repasito con nuestro escáner mental por todo lo acumulado en vísceras, agendas y alforjas varias, comprobando lo que pesa y lo que vale, es decir, todo lo que creímos imprescindible pero en la práctica nos lastra e impide volar, y lo que creímos secundario, pero nos puede ayudar a elevar el alma hasta los pensamientos y las personas donde se encuentra realmente nuestra vocación, nuestra ilusión y nuestro más luminoso destino.
Al mismo tiempo, y quizá por primera o segunda vez (porque son pocas las ventanas que se abren en nuestra aborregada vida a la verdadera consciencia), podemos analizar eso que denominamos "nuestra escala de valores" -todos esos principios que creíamos propios-, y separar la paja de lo aprendido del grano de lo concienciado por propia indagación y experiencia, para descubrir que mucho de lo que dimos por sentado que habíamos elegido, e incluso empeñamos la vida en defender, en realidad se trataba de modelos y valores importados genética o ambientalmente, que adoptamos sin juicio crítico en nuestra más tierna infancia, que reforzamos entre iguales que se sentían orgullosamente diferentes al resto, y que, poco a poco, fueron conformado cada curva de nuestra personalidad.

En este día de dolor, reflexionemos..... Merece la pena atreverse a mirar más hondo, más largo, más ancho, más alto, más libre, más cuerdo...

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