domingo, 2 de septiembre de 2012

EL PELIGRO DEL NEOLIBERALISMO - Por Vicky Moreno


El Neoliberalismo ensalza el valor de la libertad individual e idealiza al mercado, subordinándole la vida de las personas, el comportamiento de las sociedades y la política de los gobiernos. Convenció a muchos emprendedores en el siglo pasado porque representaba un motor para la iniciativa privada y el progreso individual, protegido por los gobiernos capitalistas, pero esa licencia ha terminado significando un pasaporte para el lucro desmedido e injusto a través de una competencia feroz que ignora al hombre. Ser competitivo, triunfador y rico se hicieron sinónimos exclusivos de grandeza y poder, incentivando cualquier medio para lograrlo y conduciendo a la barbaridad de validar cualquier acto y cualquier alianza para la obtención de ese provecho, sólo alcanzable por unos pocos.
Ser individualista y luchador se hizo condición sine qua non para ser reclutado entre los adalides de un sistema que se sostiene en base a la competencia, la envidia y la ambición. Pese a que las personas así entrenadas pierden a menudo su propia capacidad de gozo y calidad de vida, triunfar ha llegado a ser tan deseable que cualquier medio para conseguirlo se ha llegado a considerar un recurso comprensible, cuando no un mérito digno de protección legal.
Se extendía con ello una autopista para la carrera de los mejores, pero no para las mejores personas sino para los mejores competidores, únicos merecedores del premio y el reconocimiento social. Sin embargo, se trataba de un  premio envenenado, ya que el efímero beneficio de la cumbre, una vez pisada, requiere de nuevos retos, mayores logros, mayor poder, mayor reconocimiento, nuevas experiencias, nuevos consumos… y, con ello, para algunos adictos, adormecimiento de sus propios escrúpulos morales.
Al perdedor se le olvida, cuando no se le desprecia, aunque sólo fueran unas décimas, unos centímetros, unos certificados, una herencia genética o geográfica, o su propia bondad, los que lograran descalificarle en esa loca carrera neoliberal por la zanahoria. Los que logran pisar pódium se sienten cargados de méritos y ya no piensan más en los que quedaron en el duro proceso de ascenso o de mera lucha por la supervivencia, pero esa lucha no es a los peores seres humanos a los que deja fuera.
La ceguera del poderoso se autoalimenta porque, una vez encumbrado, se embriaga de su propio resplandor, pierde las referencias, tiende a juntarse sólo con iguales o pelotas, a despreciar a sus víctimas, a marginarlas y hasta a justificar su diferente suerte. En base a eso, se van atrofiando los resortes de la moral natural y los “superiores” pueden llegar a anular su sensibilidad y sus escrúpulos frente a la corrupción o la explotación de los que “por desgracia, no sirven para otra cosa”, para, después, convencerse y tratar de convencer a otros de su compasión y magnanimidad, otorgándoles su liderazgo, limosna, guía o protección paternalista o imperialista.
Cuando se sale del espejismo neoliberal, tanta inmoralidad espanta a los despiertos, pero está tan arraigada en nuestra sociedad capitalista que se ha convertido en modelo. Sin embargo, muchos buenos hombres, buenos políticos, buenos economistas, buenos empresarios sienten ya la llamada a acabar con tamaña competitividad, tamaña desigualdad y tanto crimen, buscando un nuevo modelo menos caníbal, que permita un desarrollo ético, solidario, sostenible y sostenido.
Hay una propuesta ilusionante emergiendo de este cenagal con la ayuda de Christian Felber. Se llama ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN, y ya son miles las personas que, sin renunciar al beneficio, han encontrado una forma sencilla, equilibrada e inteligente de hacer compatible su sentido de la responsabilidad y de la moral, junto con el ejercicio de una excelente labor profesional o personal de manera justa y cooperativa, participando en la filosofía del “yo gano y tú ganas”, aspirando incluso al “yo no gano si tú no ganas”.
A estos sí que tenemos que ayudarles a difundir su paradigma y hacer que empape en el ánimo de los empresarios, los políticos y los gobiernos. Nada va a cambiar por mas que gritemos, si seguimos haciendo lo mismo y obedeciendo las mismas consignas aprendidas. El modelo neoliberal tuvo su utilidad en su momento frente al fantasma de otros intervencionismos, pero su ideario ha sucumbido a la voracidad de los mercados, que no van a ceder un ápice de su poder. Es hora de despertar…. y sumamos todos.   
Otro mundo es posible.
Vicky Moreno

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